Era nuestra tercera cita. Habíamos estado teniendo sexo telefónico pero aún no lo habíamos hecho en persona. Luego me dijo que tenía 9 pulgadas. Quería tanto que me cogiera que me quedé sin aliento cuando pensé en él. Nuestra cita comenzó por la mañana y para el mediodía habíamos decidido conseguir una habitación en un Super 8 porque no podíamos quitarnos las manos de encima y necesitábamos un poco de alivio. Tan pronto como llegamos a nuestra habitación y pusimos el cartel de "No molestar" en el pomo de la puerta, empezó a besarme con tanta pasión y a frotarme la
Le desabroché los pantalones y bajé las manos para ver si decía la verdad. ¡Claro que lo era! Le bajé los vaqueros hasta los tobillos y empecé a chuparle la polla. Todavía estábamos de pie cerca de la puerta principal, así que lo guié hasta la cama y lo hice recostar. Lo lamí y lo chupé, lo mordisqueé y lo acaricié hasta que cayó duro por la parte posterior de mi garganta. No había mentido, su polla medía al menos 9 pulgadas.
Sólo le tomó 5 minutos ponerse duro de nuevo. Nos fuimos y volvimos por unas 6 horas ese día, sólo tomamos un descanso de 30 minutos para una siesta energética. Él expertamente me señaló y encontró mi punto G una y otra vez. Soy un chorro de agua y he empapado completamente cada toalla de la habitación. Vine por lo menos 7 veces ese día y cada vez era mejor y más intenso que la vez anterior. Nuestro sexo era caliente, sexy y asombroso. Al día siguiente me dijo que no iba a dejar a su esposa después de todo y dejé de verlo. Echo de menos sus nueve pulgadas de cielo puro.